sábado, 27 de agosto de 2011
La historia de mi vida
Me detuve unos segundos antes de responder, tomé aire y así como así brotó de mi corazón:
-Amy, yo sé lo que en verdad es el sufrimiento. He estado muy cerca de él, más bien he vivido con él durante casi tres años –corregí acaparando la atención por completo de la muchacha. Sus ojos se abrieron de par en par y pude ver muy dentro de ellos como el verde agua de su iris pasaba a ser un verde musgo profundo, tanto como el mar- sé lo que se siente ser pisoteada por un hombre, humillada delante de todos tus amigos e irremediablemente una mala hija para tus padres. Aún recuerdo todos los malos momentos por los que tuve que pasar. Se lo que se siente que una persona no corresponda a tu amor, que tome tus sentimientos con un cuidado extremo y de un segundo a otro arrebate con ellos contra una pared y los hago añicos. Se lo que es vivir todo el día encerrada en tu habitación con miedo a salir mientras tus amigos se acostumbran de tu ausencia. Se lo que es ver llorar a tus padres por tu culpa, arruinarles la vida y su trabajo, como sus ojeras y canas comienzan a florecer a temprana edad y se convierten en una flor marchita, quitándoles años de vida –tome aire, decir aquello me estaba costando más de lo que imaginaba, pero solo me quedaba algo por decir- Amy, no espero que me entiendas y ojalá jamás tengas que pasar por algo similar para comprenderme. Pero he sufrido tanto todos estos años, que una vez que encuentras a una persona que ilumina tu camino, te toma de la mano y te conduce a una vida nueva simplemente quieres vivir en felicidad por el resto de tu vida con ella.
lunes, 15 de agosto de 2011
Edén
Nos conocimos cuando yo tenía 12 años y supongo que el 13 –el tiempo hizo que le restara importancia a su edad, así que prefiero suponer-, no se con exactitud cuándo fue el día que comenzamos a llevarnos extremadamente bien, solo recuerdo su personalidad distante, su frialdad sin sentido y ese espíritu sarcástico que lo embriagaba todo el tiempo. No era una persona fácil de tratar, vivía escondiendo sus propios deseos y jamás mencionaba la razón por la cual se encontraba callado la mayor parte del tiempo, la verdad es que era una persona muy dulce, aprendí a manejar su personalidad y supongo que vio algo en mi que le recordó a un ser muy querido porque no tardamos en hacernos buenos amigos. Aunque le costara profundizar sus sentimientos con tan solo ver su rostro yo ya sabía lo que le pasaba, obviamente él lo negaba diciéndome que se encontraba perfectamente pero nunca pudo mentirme, de hecho hasta en la actualidad sigue sin poder hacerlo.
Nuestras historias amorosas eran muy similares, él se encontraba perdidamente enamorada de una mujer la cual no le correspondía a su amor, aunque de cierta manera ella tampoco quería que se separara de él, era un histeriqueo mutuo el cual no duró mucho tiempo más, aunque él guardó cariño por ella toda la vida.
Lo acompañé en todo momento, le brindé consejos y fui útil –o al menos eso intenté- la mayor parte del tiempo que pudiera.
Creo que fue en ese momento donde el finalmente me abrió su corazón y lo conocí verdaderamente, lo que antes sabía de él de pronto paso a ser un espejismo muy lejano, no comprendía como una persona podía ocultarse así misma solo por miedo a resultar herida, pero en cuanto me contó su historia, su niñez, sus desgracias pasadas comprendí que tenía más de una razón para ser tan extremadamente reservado con la mayoría del mundo.
Pase a ser parte de su círculo de confianza y con un poco de tiempo más nos convertimos en ‘hermanos’ debido a las mil similitudes que compartíamos, tanto en comportamientos, situaciones vividas y hasta en detalles mínimos de nuestra vida cotidiana.
Éramos el uno para el otro y viceversa, nos pasábamos horas charlando sobre temas sin importancia y riéndonos de los pensamientos incoherentes que teníamos muchas veces.
Era un poco extraño, sentir tanto cariño por una persona tan parecida a uno y diferente al mismo tiempo. Pero sucedió, no sé cómo, cuándo ni por qué. Ya tenía 15 años y sencillamente me enamoré de él.
Jamás fui tan feliz con una persona, nuestro amor era fruto de meses y meses de charlas, comentarios dulces y alguna que otra mirada pícara. Era todo lo que deseaba, y así quería que fuera por el resto de mi vida.
Pero los problemas no tardaron en llegar, al menos una vez al mes él desaparecía de la faz de la tierra, no me explicaba adónde se iba, simplemente dejaba de contestar mis llamadas, mis mensajes de texto y ni siquiera contestaba la puerta de su casa. Era como si de pronto se convirtiera en un fantasma el cual debe cumplir su condena tres días al mes. Luego regresaba, como si nada hubiera sucedido, con una actitud diferente, un poco susceptible a lo que yo tuviera para decirle respecto a su desaparición, por eso optaba por callar, tragarme lo que tuviera para acotar y hacer como si no hubiera sucedido nada.
Era tierno, compañero, amable y me alentaba en todo lo que quisiera hacer y buscara en mi vida, pero había algo que fallaba, algo lo que no iba bien. Nuestras personalidades juntas hacían que la relación se convirtiera en una especie de Edén, era todo perfecto, pero allí, en un lugar muy oscuro un árbol se alzaba perennemente repleto de jugosas manzanas, las cuales insistían por ser probadas.
Jamás le fallé y jamás deje de amarlo, siempre le di todo lo que necesitaba y con el tiempo me di cuenta que tal vez le di más de lo que él mismo se merecía, pero no podía hacer nada contra ello, lo amaba de una manera irracional, creo que esa fue una de las razones por las cuales al día siguiente de haber cumplido 7 meses volvió a desaparecer, pero esta vez sí se encontraba en su casa, simplemente que me ignoraba.
Él había tomado una decisión la cual el muy cobarde no se había animado a decirme en el momento, por eso optó por alejarse de mí para que yo ‘captara’ que no quería seguir más conmigo. Ese día perdí mi dignidad y mi orgullo en el suelo de aquella habitación, me arrodillé a sus pies y llorisqueé como a una nena que le apartan a su madre para toda la vida, aferrada a su cuerpo me negaba a creer las incoherencias que se encontraba diciendo. Lo último que le oí decir antes de abandonarme en aquel frío suelo de mármol fue ‘Cuídate, te quiero mucho’.
Una semana después se encontraba en busca de otra mujer. Tres meses luego se convertía en el novio de ella. Y unos meses más tarde yo me enteraría que la conquisto exactamente de la misma manera que lo había hecho conmigo.
Después de todo, comprendí, que al final no éramos tan parecidos.