lunes, 5 de enero de 2009
Eternamente
-Amándote aprendí a creer en la felicidad eterna, descubrí un nuevo universo antes inexistente en mi empobrecida mente. Dictaste palabras que me guiaron hacia lo correcto y lo justo, todas las mañanas tu dulce ser dibujó sonrisas ensanchadas en mi rostro, atentamente inundaste aquel espacio sucio y olvidado de mi corazón. Solo tu amor y dedicación fueron capaces de resucitar mi alma oscurecida para embriagarla de alegrías y felicidad. Porque tu corazón es el único que consigue hacer milagros, el único que percibo aunque tu cuerpo se encuentre muy lejos de mi -me dijo, y en un suspiro todo se desvaneció, ya no me encontraba junto a él, ni su imagen protectora me irrumpía de aquella suave y agradable aroma. Solo un recuerdo marchito y agrio seguía pertubando en mi mente taladrando aquella memoria insana.
Lo extrañaba, ¿qué debía hacer para olvidarlo?, ¿qué me quedaba ahora que su atención no me pertenecía?.
No podría vivir.
-Claro que no podrás -se adelntó ante mis afirmaciones y teorías- pero nunca sabes, nunca puedes anticiparte a lo que vendrá.
Lo observé atónita sin comprender sus palabras sabias y profundas del corazón, aquello me daba vueltas en todo mi ser, no comportarme como quería y no poder actuar como deseaba producía en mi una gran muerte interna.
-La mente debil causa estragos -me susurró- y eso es lo único que no debes olvidar.
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