Y es que cuando uno se siente
bien cualquier clase de tarea por más cansadora o estupida que parezca resulta ser entretenida y hasta encantadora, claro está que no justamente por el deber o el esfuerzo que propone, sino por la forma en que se dibuja aquella
sonrisa pícara en nuestros labios
incentivándonos a cometer todo tipo de acciones que jamás hubieramos pensando hacer en nuestras vidas.
Ojala siempre fuera así.
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