Me pregunto si en algún lugar del mundo a alguien le importa lo que estoy diciendo.
Muchas veces temo dejar volar mi imaginación por miedo a que viaje demasiado lejos y jamás pueda volver atrás, es como un boomerang la mayoría del tiempo, suele regresar, pero si uno lo tira con demasiada fuerza y deseo desaparece en la penumbra y jamás deja de soñar. Soñamos de chicos y de grandes también está permitido, lo que es prohibido es soñar y vivir de maneras iguales, uno puede confundir la realidad con los hechos inverosímiles y al tocar el piso chocar y contemplar en un charco de fría piedad lo que has convertido tu vida, que no pudo llegar a ser.
No hay peor temor que soñar aquello sabiendo que jamás lo vamos a tener, y aún seguir haciéndolo porque muy en el fondo lo añoramos tanto que sentir que es un poco, solo un poco, real nos llena de satisfacción.
No sé si es bueno o malo soñar en cantidad, nos convierte un poco en locos, divagar entre un presente real y uno inexistente nos hace soñadores solitarios y sensibles. La realidad es cruel, demasiado al lado de nuestro mundo interior, y aquello duele, duele demasiado.
A veces sueño tanto que al verme en el espejo no logro reconocerme ¿en serio esta soy yo?, ¿con este pelo y estos ojos sin vida? ¿También este cuerpo y estas marcas en mi piel?. Me imaginaba de otra manera, en mi interior, y al contemplarme no soy más que un esqueleto, un borrador mal hecho de lo que añoré alguna vez. La ambición pienso, y la seguridad de querer sentirme hermosa son tan fuertes a veces que me embriagan y llenan mi interior de deseos y reproches indecisos, injustificables, todo por querer llegar a la cima sin ningún esfuerzo y ver como los deseos más irracionales se vuelven realidad en mi Edén.
Anhelar lo imposible y no apreciar lo que uno posee es de estúpidos, y todos lo somos un poco.
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