miércoles, 2 de noviembre de 2011

1, 2, 3, 4 y medio

En un pasado lejano:
Sigo sin ser útil del todo, aún en un tiempo remoto, donde todo yace en el piso, descompuesto en su debido lugar, las piezas desparramadas de un puzzle indrescifrable, un espejo resquebrajado y una sonrisa dibujada en la pared, todo para recordarme quién soy y lo que hago para existir. Viviendo en un libro con 100 páginas pero sin una continuación, donde no es todo más que él y yo, sin final feliz, sin nada más que pedir.
1, 2, 3, 4 y medio cuento.
1 a la mañana.
2 en el almuerzo.
Y 2 y medio por la noche.
1, 2 , 3, 4 y medio todos los días. Cuento y cuento, tragando con saliva áspera en mi interior, siento como la droga me ceda, como intenta llevarme a un mundo mejor. Pero no, mi corazón es más fuerte, a pesar que yace dormido en el sillón escuchando como a los lejos mis padres hablan de mí, de mis peliculas, de mí y lo que soy. Una sonrisa se me escapa por la comisura de los labios e intento hablar, pero las palabras no salen de mi boca, me limito a sonreir y lo hago como si aquello me costara la vida, de verdad me encantaría poder decirles que no estoy dormida, que esucho cada oración y palabra que profieren sus labios, a diferencia de los míos que se encuentran sellados con un hilo de metal.
Fue una mala idea me recuerdo, muy mala idea tomar el cuarto y medio a las 7 de la tarde, debería haberlo hecho entrada las 10 de la noche así mis brazos al menos consiguieran responderme a esta hora y pudiera cenar como es debido. Pero no puedo, estoy casi desmayada en el sillón, contemplandolo todo con mis ojos cerrados. Imaginandome la escena como si fuese parte de ella, ahora y siempre. Mis brazos débiles, intento hacer el esfuerzo pero no responden, solo consigo que un leve cosquillo me recorra todo el cuerpo. Vaya que saben como tranquilizarme cuando es necesario pienso, pero eso no bastaba, no era suficiente para que un corazón marchito como el mio dejara de pensar una y otra vez las mil tormentas que aún me esperaban. Lo sabía, era la más conciente de todas con respecto a ello: no iba a ser fácil, y de hecho no quería que lo fuera, deseaba verme llorar frente al espejo hasta que mis ojos fueran dos moretones rojos, hasta que mis labios resecos se rompieran en una mueca uniforme y mi piel marchita se quebrara mostrándome rojo fuego. Sí, si que lo quería, como siempre lo había querido de chica: la bella protagonista sufre, llora, llora, llora y nadie puede calmarla, no es afortunada en el amor y su pasada es tan turbio como un tsunami y frío como la antártida.
Frío me recuerdo, frío siento todos los días, ya no recuerdo lo que es el calor. Vivo con la desdicha de imaginarme el sol calentándo mi piel, embriagándome nuevamente, yo se que él me llama, me dice que regrese, que ya viví la locura de ser aquella loca protagonista de un cuento no de hadas, pero me resisto, por alguna extraña razón quiero más, y por sobretodo que ellos dos me vean, ¡aqui estoy yo y en esto me convirtieron! Por tu culpa, por tu puta culpa. Y por la mía, mi ingenua y miserable culpa conseguimos esto.
1,2,3,4 y medio regreso a contar.
1,2,3,4 y medio brindo por mi actual felicidad.

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